HISTORIA

La historia de La Luz del Duero es como una parte de la historia de España. Hace más de 110 años, una pareja de gallegos muy jóvenes y recién casados, decidieron emprender el largo viaje hacia la Argentina. De la mano, Don Serafín Fernández y Doña María Núñez iban a buscar el lugar donde refundar la vida. Dejaban atrás a sus propias familias, a las que, -lo presentían-, no volverían a ver. Llegaron una mañana de mucha luz, y en sus bolsillos sólo llevaban un papel escrito con el nombre del pueblo donde vivía un primo de Doña María. Había trabajo para los dos en las pampas argentinas, trabajo duro, de sol a sol. Empezaba una nueva vida. Con la ida del tiempo llegaron los hijos. A todos los criaron en el amor a la tierra y sus frutos, porque Don Serafín había sido viñatero en “los Pagos que rodean el Castillo de Peñafiel, cruzados por río Duero”. Así lo solía contar a sus nietos mirando sus viñas argentinas, ya en los días que esas palabras le anudaban la garganta. Y sucedió entonces como lo relató el poeta, porque el abuelo, que había sido viñatero en su Madre Patria, y viñatero, acarreador, prensador y bodeguero en Argentina, un día se quedó dormido sin volver a España. Pero pidió a sus ramas la promesa de que ellas volverían a los vientos del Norte. La cuarta  generación de esa familia volvió a la tierra de los abuelos, a esos “Pagos que rodean el Castillo de Peñafiel”, para volcar allí  todo lo aprendido junto a las viñas añosas y a los vinos nuevos de Mendoza, en la Cordillera de los Andes. En España eligieron pacientemente, durante varias cosechas, aquella tierra y aquella bodega que les permitieran dar vinos orgullosos de su propia estirpe viñatera. Esos vinos también serían un “muchas gracias” a sus hermanos españoles, porque, -y en definitiva-, por esa tierra, por  sus viñas, y por sus viñateros de entonces, hoy ellos son lo que son: cuidadores de la vid, viñateros, bodegueros, y amantes del vino.

La Luz del Duero, fundada hace casi treinta años por españoles a los pies del Castillo de Peñafiel, es el “Pago” que sintetiza el corazón de la Ribera del Duero, la Denominación de Origen conocida en el mundo entero por su estilo señorial, y por sus uvas, que pareciera  que nacen sabiendo que serán el mejor vino de España.

El nombre de de su principal marca de vino deriva de Pintia que, a su vez, es el nombre de una antigua ciudad vaccea, situada en la pedanía de Padilla de Duero (Peñafiel), en la provincia de Valladolid.

Vacceos

En el siglo III a.c. los vacceos fueron los primeros pobladores asentados en el centro del Valle del Duero y en el curso bajo del río Pisuerga, una zona que englobaría la actual provincia de Valladolid, buena parte de la de Palencia y partes de las provincias de Zamora, Segovia y Ávila.

Llegaron en diversas oleadas a esta zona y fundaron ciudades como Pinta y Palencia, dejando testimonios de su organización política y social que han permitido recrear su presencia.
Durante años, se pensó que Valladolid era la antigua Pintia; sin embargo, ni las distancias viarias ni la arqueología de la propia ciudad así lo mostraban. Las excavaciones arqueológicas que se vienen realizando en Padilla de Duero han descubierto un importante núcleo de población que ha sido identificado como el emplazamiento de Pintia, lo que llevo en 1993 a Declararla Patrimonio Histórico de España.

VALPINCIA es la castellanización de las palabras de origen vacceo que significaban VALLE y PINTIA y es un homenaje a nuestros ancestros que poblaron la región y dieron nacimiento a nuestros diversos Pagos, de donde salen los mejores vinos de España.